«El Todo tiende al orden, al equilibrio. No hay un ‘por qué’ de las cosas, no hay un designio, una finalidad prescrita. Todo evento que en un principio conlleva al caos, gradualmente cae en la tendencia cósmica equilibradora. Que el Todo tienda al orden, no hace al orden ningún objetivo consciente, pensado ni preescrito, ni por nada ni por nadie; el orden es el resultado inevitable de todo evento, sea éste último caótico o no. Lo teleológico, por tanto, es irreal, un sinsentido, un intento por darle un objetivo o razón de ser de algo, algo que no se entiende su razón de existir».