El verdadero don artístico

 

 

Hay artistas, hay aficionados al arte, hay personas no artistas, y personas que ni siquiera son aficionadas y que quieren ser artistas. A mí en lo personal me gusta compararlas con vidrios y diamantes. Hay toscos vidrios naturales, y hay vidrios que fueron fundidos a los que se les da forma para que parezcan diamantes; así como hay diamantes en bruto que ya tienen más valor que el vidrio, y diamantes pulidos que tienen más valor aun que los diamantes en bruto.

Para mí, una persona que no es artista y ni siquiera aficionada al arte, es como el vidrio en bruto. Por su lado, una persona aficionada al arte, que se siente capaz de hacer algún arte, aunque de manera imperfecta, es como el diamante en bruto. Y está esa persona no artista, que quiere serlo, y estudia un arte; generalmente quiere superar al verdadero artista, y ve como poca cosa a los aficionados. También, pues, está ese aficionado al arte que, ya teniendo el don, estudia el arte que se adapta a su afición, y se perfecciona, y es un verdadero artista, tal como el diamante en bruto que ha sido pulido.

El arte generalmente es hermoso, atractivo para muchas clases de personas. Pero existen quienes no gustan del arte, porque no tienen ese sentido sensible sobre la belleza, ya que su mente está más enfocada a lo práctico, cosa que también está bien. Pero están esos que gustan de la belleza del arte, y, sin embargo, ven muy lejana la posibilidad de llegar a producir algo artístico; se ven ridículos como artistas, y consideran que el artista nace con el don, y que nunca podrán alcanzarlo. Ni siquiera intentan parecerle al artista, y se alejan de eso, pese a que son afectados por la preciosura o sutileza del arte. Este tipo de personas, son como el vidrio en bruto, que ya se sienten inferiores sin siquiera hacer el intento; y por propia decisión se quedan allí, en el mismo estado hasta el fin de sus días.

Está esa persona que, ama tanto la belleza del arte, que intenta hacer algo por su propia cuenta, algo hermoso. No es perfecto lo que hace, pero le gusta, y les gusta también a otros. No falta el que le diga: “tu obra es genial, pero debes pulir un poco para que sea más profesional”. Esa obra puede ser de cualquier tipo, quizá una música, una pintura, una escultura, un escrito, una danza, o hasta un vídeo; el hecho es que este tipo de persona, puede crear, tiene la inspiración de crear sin que se le enseñe. Generalmente, con el tiempo, se hace autodidacta, o intenta aprender nuevas técnicas de quienes ya saben, para tratar de pulirse él solo; pero nunca puede alcanzar en perfección a los verdaderos artistas. Este tipo de persona, que puede crear, aunque imperfectamente, es como el diamante en bruto; y si con el tiempo se pule lo suficiente, o se le ayuda a pulirse, puede llegar muy lejos con sus obras.

Por su parte, no faltan esas personas no artistas que envidian a los que tienen la capacidad de crear. Quieren ser como ellos, y al percatarse de una pequeña imperfección en sus obras, los critican negativamente, y quieren superarles. No siendo artistas, ¿qué hacen para superar a la persona que envidian? Estudian un arte, dan todo de sí para aprender todo lo que pueden, se hacen de un título que corrobore que estudiaron dicho arte; o bien, si les es imposible aprender por sí mismos, hacen que un allegado, generalmente un hijo o hija, estudie con un profesional sobre dicho arte. Y luego viene el toque final: crean la situación en donde puedan competir con quien envidia, para superarlo con todas las técnicas que han adquirido estudiando; o hacen que su hijo o hija le confronte, para sentirse superior al que envidian, y ensalzarse o ensalzar a su allegado, para tratar de hacer sentir menos al aficionado.

No obstante, su arte o el de su allegado, ¿es verdadero arte? Generalmente son plagios, o son obras exageradamente inspiradas en obras de verdaderos artistas; la creación en realidad no fue de cero, sino en base a un modelo ya creado por alguien con la capacidad de crear. Entonces, pues, este tipo de personas, son como el vidrio al que le dieron forma de diamante. A simple vista es como el diamante, y hasta más grande si quiere, pero no tiene el valor de un verdadero diamante, y en el fondo la persona se frustra por su incapacidad de crear algo de cero, que nazca en su propio interior… Y si, pese a su intento, por sí mismos no pueden superar a quienes envidian, son los tipos de personas que, al estar con ellos, dicen: “Yo tengo un amigo que hace eso mejor que tú; mi pariente puede hacer eso que tú haces, y mucho más; según mi punto de vista, te falta mucho para ser un verdadero artista; te falta practicar mucho más para que realmente esté bien lo que haces, pero para tu nivel ya está bien; ¿por qué mejor no haces otro tipo de cosas?, porque no eres bueno en eso”.

El verdadero artista, siempre empieza de lo bruto, de lo tosco; pero por poder hacer una creación genuina, esta persona es un diamante de todas formas. Este tipo de personas siempre deben procurar pulirse, y si está en sus posibilidades económicas, debe estudiar para perfeccionarse. Nunca debe rendirse ni decaer con los comentarios de gente que nunca podrá ser como ellos. Un vidrio, aunque formado de la manera más espectacular, nunca podrá cortar un diamante para pulirlo o arruinarlo; pero un diamante, aunque tosco, puede cortar cualquier vidrio. Sólo un diamante puede cortar a otro diamante; es decir, sólo un verdadero artista puede llegar a superar a un verdadero artista. Sólo un verdadero artista, puede influir positiva o negativamente en otro artista.

Una cosa es poder interpretar o copiar perfectamente la obra de un artista, y tal vez pueda hacerlo tan bien justamente por su estudio; pero, otra cosa muy distinta, es poder crear una obra que otros en el futuro habrán de imitar y admirar… Nunca hay que querer medirse con nadie, ni querer apocar a alguno; simplemente uno debe ser uno mismo, y su esfuerzo debe estar enfocado más bien en superarse uno mismo cada vez más, siendo una mejor versión de sí cada día que pasa.

 

Alexander L. Samaniego

 

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