Uno de los grandes inconvenientes —y esto lo digo a modo de confesión—, con los que me he topado en mi carrera de escritor, ha sido la cantidad de cosas que puedo escribir al mismo tiempo, pero limitarme por el libro vigente que llevo escribiendo. Muchos enseñan que todo lo que se empieza, debe terminarse, y ello es muy cierto. Pero varios escritores toman esto de manera extremista, y cuando escriben algo, se quedan sólo con eso hasta terminarlo, no abriéndose a otras ideas que van teniendo. Y, ¿qué pasa si en su libro vigente no hallan ideas o su investigación aún no concluye, pasando el tiempo y estancándose irremediablemente a causa de ese un solo libro? ¿Vale la pena tener una sola opción?
Es cierto que querer hacer varias cosas al mismo tiempo, suele ser contraproducente en ciertos aspectos, no lográndose coordinación, y por ende la culminación más pronta de una de esas cosas llevadas a cabo. Pero, peor es estancarse en una cosa que no nos deja avanzar, no aprovechando el tiempo para crear mientras tanto otras obras paralelamente. Ya oí decir a algunos: “El que mucho acapara, nada agarra”. Pero, aunque cierta, esa frase más bien tiene que ver con actividades físicas que mentales. Conozco gente que, teniendo la lógica de esa frase como premisa, lee un solo libro hasta culminarlo. Y, ¿cuando se aburre?
Hay que tener la mente abierta, y ser conscientes de que somos homínidos más evolucionados que hace decenas de milenios atrás, cuando nuestros ancestros tenían pocos centímetros de frente, y las cabezas eran más chatas. Sí, con cerebros más pequeños… Parece que muchos de los ejemplares de la humanidad actual, no son conscientes de todas las conexiones neuronales que pueden lograr si ejercitan un poco su cerebro. Definitivamente, los seres humanos actuales podemos hacer varias cosas al mismo tiempo, y de hecho lo hacemos, y no nos paramos a darnos cuenta de ello. ¿Cuántas veces no hemos leído un libro, concentrándonos en la historia que leemos, y a la vez pensando en segundo plano en otra situación? ¿Cuántas veces hemos manejado un vehículo, mientras hablamos con nuestro acompañante, y al mismo tiempo atendiendo todo lo que ocurre alrededor del auto? ¿Acaso no hemos estado hablando con alguien, a la par que pensamos en otra cosa? ¿No hemos nunca cocinado mientras hablamos por teléfono? Haciendo más simple esto, ¿no ha pasado que una dama vea una serie de televisión, y en otro horario vea otra serie, y en otro horario de ese mismo día vea una telenovela o varias? La lectura, y, por ende, la escritura, pueden ser exactamente lo mismo a estas comparaciones.
Uno puede leer varios libros en diferentes momentos del día. Un solo libro no emocionante puede resultar aburrido en cierto momento o desde el principio, porque la monotonía o la falta de emoción tienden a aburrirnos. La escritura tampoco puede escapar a este razonamiento. Uno puede escribir un libro un día, y al otro escribir su otro libro, y al otro día otro o retomando el primer libro. Es sólo falta de costumbre. Si se acostumbra, uno puede escribir varios libros en la semana, o hasta en el mismo día. El libro que se termine primero saldrá primero a luz, obviamente. Pero, algunos dirán: “¿Acaso enfocarse en varias cosas a la vez, no hará que nos dispersemos, no pudiendo entregarle nuestra mayor concentración a una sola obra hasta terminarla, alargando incluso el tiempo de elaboración? ¿Acaso, con la dispersión, no tendremos sólo obras de poca calidad?” En realidad, depende mucho de la persona, porque, aunque se concentre al ciento por ciento en una sola obra, puede que su obra al final resulte pésima o hasta cutre. No obstante, mientras más obras tenemos en proceso de elaboración, más opciones tenemos de que escapemos de un posible estancamiento futuro, dando así la oportunidad a obras que tal vez no se estanquen.
Si decidimos trabajar en varios proyectos paralelos, la clave es ser ordenados, bien organizados, y hasta metódicos. Debemos, ya de entrada, definir qué tiempo en el día o en la semana tenemos para escribir. Una vez identificado ese tiempo, tenemos que dividir dicho tiempo, dependiendo de la cantidad de obras que tengamos en paralelo. Daré un simple ejemplo: si tenemos de tiempo sólo dos días de la semana para escribir, y poseemos dos obras, simplemente un día escribimos una sola obra, y el otro día la otra obra; pero si tenemos tres obras que queremos escribir en paralelo con dos únicos días libres a la semana, podemos escribir las tres en el mismo día en los únicos dos días de tiempo semanal del que disponemos, pero dándoles horarios diferentes. Siempre debemos hallar el hueco para los proyectos que queramos llevar a cabo, y mientras los hacemos, los haremos lo mejor que podamos, porque, de hecho, los podemos hacer bien. Desconfiar de uno mismo, es limitante, y fatal. Sí podemos, sí se puede, sí es absolutamente realizable.
Algo muy útil, también es crear “comodines”, es decir, textos que bien podríamos usarlos en obras futuras, o hasta en nuestras obras paralelas. No debemos enfrascarnos en una sola obra, porque ello es asegurarnos un estancamiento en un momento dado, momento en que puede faltarnos inspiración o más información. Con respecto a los comodines, dije en mi obra Escribe tu propio libro:
Sin embargo, cuando no estaba con mi ordenador, y se me ocurría algo que temía olvidar, lo anotaba en mi Smartphone como texto, o como audio. Luego, cuando tenía tiempo, lo transcribía al archivo donde correspondía. Siempre es muy importante ser ordenados para no perder las ideas o hasta fragmentos de textos.
También tendía a crear en mi laptop una carpeta llamada “Comodines”, que consistían en textos sueltos que se me ocurrieron en momentos de inspiración, pero que no correspondían a la obra actual que estaba llevando a cabo. Luego, cuando cierta obra ameritaba ese texto, lo agregaba y lo adaptaba al contexto. Comparando, era como crear ladrillos, baldosas, azulejos, ventanas, puertas, marcos, tejas, bigas, columnas, etc., pero de diferentes diseños, tamaños y colores pese a que la casa actual que yo estaba construyendo era de un estilo totalmente diferente; luego, utilizaba algunos de esos materiales que combinaban con casas que construía más adelante… Hacer esto ahorra mucho trabajo, porque muchos textos, algunos capítulos enteros, sirven realmente como comodines en un mazo de cartas, si sabes adaptar el texto a la trama en que vas.
Alexander L. Samaniego